La exploración de lo femenino, de la memoria y de la pérdida en la suspensión del espacio y del tiempo del exilio, donde la melancolía se funde en lo maravilloso de los colores y de los misterios de la tierra mexicana: el ritual literario de Carnés es justo esta ruta de exploración, surgida de ese «deseo indomeñable, infalseable, de felicidad discreta, de bienestar puro», del que hablaba José Francés ya en 1928. Descubrir en sus obras los diferentes momentos del ritual significa alcanzar por fin el alma de su narrativa: la necesidad de sentir las vidas ajenas, tanto reales como imaginadas, más allá de cualquier superestructura.